- Área: 2600 m²
- Año: 2006
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Proveedores: Arauco, Hunter Douglas, Atika, Bercia, Cintac®, GLASSTECH, Metalcon, Tarkett, Tupemesa
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La idea de avizorar un hotel flotando en el mar se asemeja más a un capítulo de la Isla de la Fantasía que a las construcciones que se mecen sobre las aguas de Aysén en la XI Región de nuestro país. Pero el ingenio de un grupo de astilleros de Puerto Montt, el diseño de la oficina de Sabbagh Arquitectos y la ingeniería adecuada para mantener flotando los cajones de hormigón, permitieron cambiarle el rostro a los fiordos del extremo sur. Los sueños se hacen realidad en forma de hoteles flotantes, pertenecientes a la compañía Multiexport Foods, la quinta salmonera del mundo.
Aunque parezca una historia sencilla, el panorama inicial no parecía muy alentador. Sí, porque el encargo consistía en diseñar hoteles que cumplieran con los estándares ambientales de la compañía y a la vez ofrecieran confort a los usuarios, que permanecen hasta dos semanas en el mar. Todo, sobre bloques de hormigón de apenas 14x9 metros. ¿Cómo cumplir con el proyecto? La innovación tecnológica, los desafíos técnicos y el ingenio resultaron clave.
Tras la construcción del Edificio de Piscicultura en Puerto Fonk el 2005, los ejecutivos de Multiexport Foods quedaron con ganas de asumir nuevos desafíos. Tanto, que resolvieron contar nuevamente con los servicio de la oficina de Juan Sabbagh para renovar el paisaje en los fiordos de Aysén. “El encargo en términos de diseño arquitectónico es similar al Edificio de Piscicultura pues se trataba de conjugar la armonía con el paisaje y a la vez, mejorar los servicios para los operarios”, recuerda Juan Pedro Sabbagh, arquitecto socio de Sabbagh Arquitectos.
Así, los arquitectos se propusieron diseñar hoteles o habitabilidades que, tal como su nombre lo indica, entregaran óptimas condiciones de uso para quienes se encontraran en lugares remotos. Y para asegurarse de ofrecer lo mejor, la primera idea del proyecto consistió en desarrollar containers en base a módulos prefabricados que se ubicarían en tierra. Pero la prohibición de operar en zonas ambientales protegidas obligó a trasladar las construcciones al mar. Sí, leyó bien, al mar.
Con la concesión de un espacio marítimo, comenzaron los desafíos técnicos y arquitectónicos. “En la zona hay otras pisciculturas que cuentan con casas flotantes, pero se trata de construcciones arquitectónica y técnicamente muy precarias”, comenta Sabbagh. La compañía elevó las exigencias. “Las instalaciones debían ser capaces de operar mar adentro de manera de permitir un óptimo control de nuestra producción. Y tendrían que ser navegables, no sólo para desplazarse sino que para poder rotar las zonas de cultivo, tal como requiere el estricto estándar medioambiental de la compañía”, aseguran en Multiexport Foods.
Frente a tales requisitos, los arquitectos aprovecharon los cajones de hormigón desarrollados por los astilleros de Sitecna, en Puerto Montt, y sobre éstas propusieron lo que resultó la gran revolución arquitectónica y de ingeniería para la zona.
Pero no fue tan sencillo. Los profesionales debieron comenzar por imponer criterios de diseño a la construcción. Así, recuerdan que el primer hotel “fue hecho con gran sacrificio”, pero los duros esfuerzos dieron frutos porque tras la primera experiencia se obtuvieron interesantes enseñanzas.
Todo bien. Hablamos de un proyecto que implicaba la construcción de hoteles de hormigón flotante y que debía instalarse sobre losas tipo cajones. Pero ¿en qué consisten los cajones sobre los que se instalan hoteles? ¿y cómo se mantienen a flote? Vamos paso a paso.
Los cajones o cascos de hormigón, que hacen las veces de la losa de construcción, consisten en superficies de hormigón armado rectangulares de 14x9 m, soportadas por vigas del mismo material. Las estructuras que permanecen bajo el agua se componen de un material especial, hormigón H30, de mayor resistencia y menor porosidad que otros hormigones, y que impide el paso del agua salina hacia la enfierradura, evitando la corrosión.
Para evitar los daños a la construcción, se extremaron las precauciones. “Se dispuso un recubrimiento importante, de al menos 10 cm de hormigón antes de las barras. A esto se sumó especial cuidado en zonas en contacto con la superficie, que son más vulnerables a la corrosión por la presencia de oxígeno”, explica Eduardo Valenzuela, gerente general de Ingevsa. Los cascos cuentan con una escotilla para mantenciones, revisiones y arreglos puntuales.
Pero lo más sabroso de esta aventura es la construcción de los cajones. Sí, porque los astilleros los arman en plena bahía, a la espera de las mareas altas que facilitan el desplazamiento de las estructuras, cuyos ajustes se concluyen en el mar. Una tarea que se ha ido refinando puesto que la quinta habitabilidad, un centro de cultivo de 1.000 m2 que se encuentra en etapa de proyecto, contará con estructuras exclusivas y no recicladas de antiguas casas flotantes, lo que dará mayor manejo del espacio a los arquitectos y constructores. De hecho se espera agregar un piso más a los dos que presentan las habitabilidades ya construidas.
Usted se preguntará cómo flotan los cascos, especialmente considerando que sobre ellos se instalaron los hoteles de 400 m2 cada uno. “Es un sistema similar al del mono porfiado. Es decir, concentra el peso en la zona inferior de la construcción, en este caso en el área de flotación, y se torna más liviano en la parte superior”, explica Valenzuela.
Efectivamente, mientras en la parte baja se concentró el hormigón, la estructura superior es de tipo metálico galvanizado, con perfilería delgada de 75x75 cm, que permite alivianar las cargas hacia el fondo del mar. Por lo mismo, se evitaron las losas entre pisos, que hubieran obligado a robustecer la estructura, encareciendo el proyecto. Y los galvanizados también impusieron condiciones. “Los reticulados y los mecanos se hacen en piscinas galvanizadas, lo que significa que las uniones deben ser apernadas porque al soldarlas se daña el galvanizado”, comenta Valenzuela.
Pero ojo que la esbeltez debió considerar el dominio del viento en términos del cálculo estructural. Esto porque, a diferencia de las estructuras macizas como el hormigón, que son afectadas por los sismos, los elementos más livianos son vulnerables a la acción del viento: “Parece que se fueran a volar”, como reza el dicho popular.
Con todo, el cálculo se desarrolló para soportar vientos de 180 km/h y se reforzó por medio de arriostramientos o diagonales metálicas, diseñadas para soportar las cargas laterales. Eso sí, se trata de perfiles esbeltos, ubicados detrás de los tabiques o disimulados en las partes traseras de los hoteles.
Y hay más. La estructura presenta alta flotabilidad debido al cumplimiento de una norma muy sencilla que consiste en calcular el empuje del agua provocado por el peso de la construcción. Así, considerando el volumen sumergido por la densidad del agua se obtiene un valor que indica el desplazamiento. “Si el peso del hotel resultara mayor que el agua que desplaza, se hunde”, advierte Valenzuela. Comprendido. Ahora examinemos lo que hay sobre el mar.
Es bueno aclarar que las losas transportadas desde Puerto Montt fueron ancladas a las estructuras superiores por medio de un sistema seguro e innovador, de manera de evitar cualquier peligro de desprendimiento.
Así, los cascos se unieron a las estructuras por medio de zócalos o tacos de hormigón. A su vez, sobre los zócalos se ubicaron pernos de unión y sobre éstos, pilares cada 15 cm, tal como los dientes de una peineta. “Se perforó una superficie sobre el zócalo a la que se adhirió un pegamento especial, luego se introdujo un pilar estriado, se ubicaron los moldajes, se echó el hormigón y se sacaron los moldajes”, enumera el ingeniero. El sistema se reforzó con un puente adherente para asegurar la unión del hormigón del zócalo con el de la losa. Además la losa permanece flotando a 40 cm de los zócalos y los hoteles se empinan casi 80 cm sobre el nivel del mar.
Para los arquitectos el diseño interior y exterior de los hoteles resultó fundamental. De hecho mantuvieron el color institucional de la compañía, tipo gris grafito oscuro, porque les permitía armonizar con el paisaje. Esto por medio de planchas especialmente desarrolladas para el proyecto y que permiten lograr continuidad entre el muro y el techo.
La empresa pretendía dar un cómodo estándar a los trabajadores, por lo que se concibió un ambiente visual interior lo más confortable y agradable posible. Esto se logró dando mayor altura a los espacios, utilizando madera como revestimiento para dar calidez y asignando importantes superficies de ventanas termopanel para otorgar luz y mantener la temperatura interior, lo que disminuye la sensación de encierro.
Los arquitectos agregan que tanto la luz como el espacio resultaron imprescindibles. “La luz natural y la ventilación deben ser elementos presentes en todos los recintos por lo que cada espacio tiene una ventana oscilobatiente para renovar el aire y una serie de bow-window que iluminan y amplían los espacios”, dice Sabbagh. El espacio se privilegió tanto al interior como al exterior. Afuera se dejó una superficie de circulación en el exterior para atracar botes y realizar mantenciones. Y dentro de los hoteles se habilitaron dos plantas, una operativa-habitable y otra de esparcimiento-habitable. Ambas con habitaciones y salas tanto para gerentes como para operarios, incluso para algunos kayaquistas de paso en la zona.
En cuanto a equipamiento, la compañía se propuso permitir “la conectividad y el esparcimiento del personal”. Para esto se implementaron salas de televisión y juegos, salas de ejercicios y un cyber café.
por Claudia Ramírez F., Coordinadora Periodística, en Revista BiT nº57, Noviembre 2007